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Cuando el target somos todes

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Por Laura Utge.

Amigos son los huevos. No. Amigues son les hueves. No, tampoco. ¿Por qué estoy hablando de huevos en un portal feminista? No sé, fue la primera frase hecha y conocida que se me vino a la cabeza con la palabra “amigos”. No son los ovarios amigos, son los huevos. Eso es lo que me enseñaron y vaya que me quedó en la cabeza que me acuerdo hasta hoy en día. Así como me enseñaron a escribir en singular y en plural, a conjugar las distintas personas para que este texto de ahora mismo tenga cohesión y coherencia. Así como que lo rompo y te digo: amigue, hablemos de la deconstrucción.

El lenguaje, esa hermosa plastilina que se desfigura a cada minuto, con cada persona y voz que se entrega a hablarlo. Una almóndiga y una toballa. Un wachin y un porro.  Cachivache, a vos te estoy hablando. No quiero parecer pituca, pero esto no es una paparruchada. ¿Y si te cuento que mucho, mucho antes que el lunfardo se habló latín antiguo? ¿Cuál es entonces el lenguaje original? Más bien, ¿Existe? El punto cero del lenguaje es difuso y las transformaciones constantes y paulatinas. Hoy, proponemos transformar el lenguaje desde una perspectiva que apele a todes por igual.

¿Y en publicidad cómo andamos? Algunas marcas, las más arriesgadas, coquetean con  el lenguaje inclusivo, que apenas se asoma en algunos posteos en redes sociales. Fuera de lo digital, todavía no encontramos casos de uso. Tenemos, por ejemplo, a Arredo, que lo utilizó para un posteo del Día del Amigue. La fecha pasó a un segundo plano, eclipsada por les detracteres y les defenseres del lenguaje inclusivo y las frazadas invernales.

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Otro caso que podemos ver es el de Close Up. Esta marca se inclinó hacia otro tipo de gramática inclusiva, como es el uso de la “X” en vez de la “E”. La “X” fue la segunda forma de lenguaje inclusivo que surgió, luego de la famosa y hoy en día raramente cuestionada “@”.

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Facebook oficial de Close Up, 20 de julio de 2018.

Surgen dos problemas con estas primeras dos formas de inclusividad: la arroba es un carácter sólo utilizable con dispositivos electrónicos y la “X” es simplemente impronunciable como vocal. Ninguna de las dos es adaptable al habla, como si lo es la letra E. Pero hay una diferencia para nada menor en el uso del “@” como signo de inclusividad: cuenta con cierta legitimidad que la hace prácticamente incuestionable.

El tiempo de uso otorgó al “@” un poder de excepción, un aire de “esta la dejamos pasar” que deja bien parado al que comunica y no extiende una fiebre de rencor entre los que reciben el mensaje. Entiendo, por pura intuición millenial que usa internet desde los 12, que el uso del “@” no surgió en un contexto masivo de empoderamiento feminista, queer y de visibilización de nuevos géneros. Entiendo, también, que su uso se asocia al género femenino y masculino, y no incluye géneros que escapan de esa binariedad. Es también utilizada en toda latinoamérica, siendo que la “X” y la “E” son fenómenos mayormente argentinos.

La “E”, en cambio, incorpora géneros no binarios, y surgió en un contexto de reclamos masivos por la visibilización y los derechos de todes los que no nos sentimos incluides en el masculino como abarcativo general, ni nos sentimos cómodes en un sistema de privilegios machistas.

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Pose, la primera serie para televisión por cable que incorpora lenguaje inclusivo, marcando un antes y un después en la comunicación y la visibilidad de LGBTQIA.

Esto me lleva a una pregunta que no voy a resolver en esta nota, pero que queda como tarea para el hogar y para preguntar a les enojades, les disgustades, les indigandes del lenguaje inclusivo: ¿Es realmente lo que les molesta el cambio de una letra, de una vocal por otra, es realmente lo que les molesta la falta de respeto hacia la santa RAE que les indignades obviamente deben de seguir a rajatabla hasta para hablar por WhatsApp, o es el hecho de que les invisibilizades, les distintes, les no-hegemoniques empiecen a tener voz, a tocar lo que no se toca, el lenguaje, y a golpear las puertas de la palabra exigiendo el reconocimiento que todo ser humano se merece?

  
Ilustración: Macarena Sanchez

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