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La necesidad de un mensaje de diversidad corporal en las comunicaciones

Por Andrea Milene.

CL-Comencemos recordando algo importante: los estándares de belleza también son violencia machista. Frente a esa afirmación, entonces, ¿cómo avanzamos hacia una comunicación que incluya la diversidad de nuestros cuerpos cuando la mismísima OMS advierte sobre la “epidemia de la obesidad”?

El índice de masa corporal (IMC) con el que deficientemente se clasifica a las personas para patologizar sus cuerpos fue creado hace 200 años por un estadístico, por lo tanto, es impreciso para diagnosticar un estado de salud en base a ese índice.

A finales de los 90, algunas personas “expertas” cambiaron los parámetros de la noche a la mañana, renovando el estándar de “peso normal” a su antojo para vender productos para adelgazar. Esto nos da indicios de que “nada será valorado en ti salvo tu obediencia a la belleza”. Discursos como este definen el imaginario colectivo y, con ello, la percepción de nosotras mismas, que alimenta la sumisión al canon de belleza (cada vez más inalcanzable), a la par que alimenta el deseo de alcanzarlo (Stop Gordofobia – Magdalena Piñeyro).

http://larebeliondelcuerpo.org/

Cuando hablamos de gordofobia, hablamos de la discriminación hacia personas que están fuera de los estándares de los cuerpos idealizados, donde la delgadez se presenta como un símbolo de “bienestar” justificado a partir de la salud o la estética. Y es aquí como nos encontramos con el hecho de que la publicidad ha definido, desde el inicio de su existencia, los estándares de belleza,condicionando los criterios y la relación que tenemos con nuestros cuerpos.

La fealdad, la insalubridad, la flojera y el descontrol siempre son asociados al estereotipo de la persona gorda, a esto se le denomina gordofobia. Despreciar la idea de tener un cuerpo gordo o el miedo a engordar, también es gordofobia. Por otro lado, cuando hablamos de gordo-odio, hablamos de negar y hacer imposible la existencia gorda, patologizando los cuerpos de las personas con la mera instancia de la observación inicial, como si el cuerpo de una persona gorda fuera una falta a la moral y mientras se cometa esta falta, una persona no merece vivir contenta ni cómoda con su cuerpo, odiándose, sintiéndose incómoda y dispuesta a cambiar de acuerdo a lo que los estándares indican.

Esta discriminación es estructural en la sociedad actual y funciona en todos los ámbitos figurándose como una opresión permanente cuyo discurso es repetido en todas las instancias sociales, en la cultura, en la politica, en nuestras familias y, sobre todo, en los medios de comunicación.

Sabemos que los medios de comunicación también crean necesidades de consumo, ya sea para formar dependencia o escasez de conciencia. A partir de esto podemos captar, a grandes rasgos, cómo la publicidad va generando definiciones de la realidad, determinando qué está bien o mal para encajar, formando creencias elitistas, llegando a asociar lo feo con lo gordo y haciendo que despreciemos nuestras propias realidades.

Cuando invisibilizamos las realidades de la mayoría de la población mundial, donde todas o casi todas las personas no tenemos un cuerpo de portada de revista, cuando las marcas deciden llamar “plus size”, “extra linda” o “curvy” a los cuerpos de las miles de mujeres que superamos la talla 44, inventando eufemismos artificiales para referirse a las tallas grandes, estamos comunicando que estos cuerpos no existen y, de existir, no sirven para este mundo donde obtener la delgadez perfecta es la representación actual del éxito.

Actualmente, están presentes movimientos como el body positive que busca empoderar a las personas sin importar su tamaño o su peso, convenciendo a las personas de aceptarse tal como son y luchando contra los estándares de belleza impuestos por la sociedad. O el body neutrality que, al igual que el body positive, trata de dar visibilidad a los cuerpos reales y no “perfectos”, pero con la diferencia que no busca alabar el cuerpo, sino simplemente verlo como algo neutro, aceptandolo como es y sin obligarse a amarlo completamente y a todas horas.

Sin embargo, en publicidad, una campaña no es body positive o body neutrality solo por incluir a UNA modelo más o menos grande (pero igual de hegemónica) en un spot, cuando en su ropa la nomenclatura XL corresponde a una talla 40 o 42. Tampoco una marca es diversa cuando incluye a una modelo gorda en sus campañas, pero discrimina a sus trabajadores en las tallas de sus uniformes, no considerando la real diversidad de cuerpos que se pueda encontrar entre sus colaboradores.

Al final del día, deberíamos preguntarnos ¿por qué nos obsesiona perder peso, haciendo imposible la existencia gorda? O la pregunta correcta sería ¿por qué me quieren obsesionada con la idea de perder peso? ¿Aquello que creo es parte de mi voz interna o es eso que los medios de comunicación quieren que crea? La invitación es a cuestionarse, a entender que la sociedad patriarcal ha marcado los límites del bien y el mal a su favor y que la cultura de la dieta es un negocio millonario, en el que nos han enseñado cuál es el cuerpo que deberíamos tener, disponiendo a precio de mercado todos los productos y servicios para que transformemos nuestros cuerpos según lo que dicta la norma, sin siquiera percibir que quizás, eso escapa a nuestra propia naturaleza.

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