Feminista, pero ¿a qué costo?


Cada vez que pasa algo, la primera pregunta que aparece en las redes sociales es ¿dónde están las feministas? Acá estamos, haciendo lo que podemos con lo que tenemos y es un montón.
La pregunta no debería ser dónde estamos, o qué estamos haciendo: estamos en todos lados y hacemos mil cosas al mismo tiempo. La pregunta que nos tenemos que hacer nosotres, les que formamos parte de los feminismos es: ¿vamos a seguir así? ¿Vamos a seguir dando todo de nosotres a pesar del efecto que ello genera en nuestros cuerpos? ¿Cuántos mental breakdown más vamos a aguantar? ¿Cuándo vamos a decir hasta acá?
Las dinámicas laborales en las que estamos inmersxs nos exigen poner el cuerpo como un medio, nos exigen dar más y más, todo por la causa, pero tiene que haber algún límite, debemos poner un límite. Es necesario frenar la pelota, pensar y volver a pensar qué estamos haciendo, cómo lo estamos haciendo y hacia dónde estamos yendo, pero por sobre todas las cosas, creo que es hora de pensar: ¿A QUÉ COSTO? Cuál es el costo de toda esta lucha para cada une de nosotres. Cuál es el costo si seguimos repitiendo lógicas laborales que lo único que hacen es decirnos que nunca es suficiente y siempre hay que dar un poco más.
Tengo muchas preguntas, dudas, miedos, bronca, angustia y dolor. No tengo cuerpo, lo perdí en algún lado, lo dejé todo y lo sigo dejando, de esta lucha no me bajo y no me van a bajar porque si hay algo que me convoca es la idea de pensar que un día todo esto va a cambiar. Sin embargo, me quedé sin energía, sin la posibilidad de pensar. Hoy no sé descansar porque si no hago nada, hay una presión social que me dice que tengo que aprovechar el tiempo y ser productiva. ¿Productiva? ¿Para qué? O mejor dicho, ¿para quién? ¿Quién dice que es ser productivx? Bajo las lógicas del capitalismo, ser productivo sería seguir generando algún tipo de plusvalía, algún producto final, seguir en la línea y en línea para que la rueda siga girando. Pero ¡pará! Vuelvo a decir: ¿A QUÉ COSTO y con qué fin?, si lo único que estamos haciendo es reproducir un sistema del cual nos estamos quejando, un sistema frente al cual nos levantamos y dijimos NO VA MÁS.
Pero ese no va más, quedó en una asamblea, en una reunión de activistas, en una movilización. Si me pongo a mirar a mi alrededor, me encuentro constantemente en dinámicas, lógicas de trabajo y vinculación que van en contra de todo lo que militamos y luchamos. ¿No será quizás el momento de frenar la pelota y repensar cómo vamos a seguir de acá en más?
En lo personal, viendo a mi círculo más íntimo que está plagado de privilegios, -porque tenemos la dicha de haber nacido en familias de clase media con más o menos lujos, pero con un techo y comida todos lo días-, este mundo, este sistema que reclama por nuestro accionar, no puede seguir. No podemos seguir poniendo el cuerpo para cambiar un sistema en el cuál estamos inmersxs y el cual nos obliga a repetir aquellos mecanismos de los cuales nos quejamos.
Es hora de decir hasta acá. Hasta acá voy a poner el cuerpo, hasta acá voy a seguir dando todo de mi, porque si como movimiento feminista que viene a reclamar por una sociedad más justa y equitativa no nos proponemos cambiar los métodos, la dinámicas laborales, las maneras de vincularnos y solo vamos a seguir en este circulo vicioso de producción y reproducción constante, qué sentido tiene seguir dinamitando mi vida. Qué sentido tiene tener ataques de ansiedad, llorar a diario porque no doy más si cuando intentamos poner un límite nos dicen: “bueno la cosa es así”.
Genial, si la cosa es así, cambiémosla. Porque también los feminismos vienen a reivindicar políticas de cuidado igualitarias, equitativas y personales. Si no nos cuidamos entre nosotres y solo nos metemos más y más presión para sacar ese proyecto adelante, ¿qué estamos haciendo? ¿Vamos a seguir reproduciendo este sistema que siempre nos exigió dar más para poder demostrar nuestras capacidades?
No tengo respuesta a nada, solo tengo sueño y cansancio. Necesito parar porque ya no doy más. Pero no basta con que yo, individualmente, pare. La salida es colectiva, así como esta lucha. Si entre todes no frenamos un minuto y nos preguntamos qué estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo, no creo que realmente estemos cambiando las cosas.
Creo que la lucha feminista si sirve de algo, si va a cambiar la sociedad y vamos a lograr en algún momento cambiar este sistema patriarcal. Pero también creo que la manera en la que estamos trabajando y luchando hoy solo nos lleva a cavar nuestra propia tumba.
También creo que tenemos que elegir nuestras luchas, nuestras banderas. No está mal decir “hasta acá” o decir “yo con esto no puedo”. Poner un límite no nos hace peores feministas, ni peores personas. Al contrario, considero que saber poner límites es una medida de autocuidado necesaria.
Hay que parar un poco y crear dinámicas de lucha y de trabajo que nos den lugar a cuidarnos y cuidar a otres. Pero por sobre todas las cosas, es importante recordar que cuando nos dijeron “el mundo es así” fuimos capaces de levantarnos y salir a las calles a luchar por nuestros derechos y por una sociedad más igualitaria.
No perdamos nunca esa energía que nos llevó a gritar Ni Una Menos, que nos llevó a decir HERMANA YO TE CREO. Sigamos creando redes que nos permitan cambiar la sociedad de la que venimos sin tener que preguntarnos a qué costo estamos siendo las feministas que el mundo necesita pero nuestros cuerpos no están pudiendo mantener en pie.
Notas
relacionadas




Lee por categoría:
EditorialEn Primera PersonaEventosGénero y diversidadNovedadesUncategorized