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EL EGO DE LA TRAYECTORIA

La mayoría de las personas de esta industria, nos definimos por los logros que conseguimos a lo largo de nuestras carreras. Y justamente, ser reconocidos por lo bueno que hacemos, es lo que hace tan difícil que tomemos decisiones de vida.

El año sabático que tanto soñamos se convierte en pesadilla cuando pensamos qué será de nuestros portafolios creativos durante ese tiempo. La idea de viajar para estudiar o para alimentar nuestros cerebros parece demasiado costosa, si debemos renunciar al trabajo por el cual tanto luchamos. En ese momento, el puesto de director que tanto costó, parece ser más importante que nuestro propósito de dirigir nuestra propia vida.

Lo cierto es que no deberíamos dejar que el ego de lo que hemos hecho, nos impida ver lo grande que aún nos queda por hacer. Personalmente siento que las mejores decisiones de vida las he tomado cuando dejo de lado el ego de mi trabajo.

En una de mis primeras agencias de publicidad, cuando era apenas una copy en pañales, tuve un trato demasiado humillante por parte de mi director creativo, pero el pensar en todo lo que había hecho para lograr estar en ese lugar, me impedía renunciar.

Un día, me animé, silencié ese ego estúpido y renuncié. ¿Qué hago ahora? era la pregunta que perseguía. El miedo de haber tirado “mi carrera” por la borda me dejaba helada.

Al poco tiempo de haber presentado la renuncia, entré a Leo Burnett, una agencia con una filosofía creativa y humana delirante, en donde tuve a unos directores creativos brillantes y maravillosos, a una dupla tan hambrienta como yo y eso fue suficiente para tener mis primeros shortlist en Clio, New York Festivals y mi primer Ojo de Iberoamérica. Algo que no hubiese logrado de no haber decidido darle una patada a mi ego.

Hace algunos años, fui invitada a pensar en un brief para una agencia en la cual no trabajaba formalmente. Ahí mi ego comenzó a jugar conmigo nuevamente: “cómo vas a trabajarle a una agencia que nunca va a reconocer tu trabajo” pensé. Finalmente decidí aceptar el proyecto, teniendo ese pensamiento latente todo el tiempo.

¿El resultado? Mi primer Leon en Cannes. Por muchos años trabajé para obtenerlo y me fue esquivo, lo conseguí gracias a seguir a mi corazón y no a mi ego.

Por último, hace unos meses dejé DDB, una de las mejores agencias en las que he trabajado. Dejé el puesto de Directora Creativa por el que luché muchos años y el cual me dio grandes satisfacciones. Silenciando por completo a mi ego, me di la oportunidad de vivir el momento que muchas veces me negué: elegir el camino incierto.

En esta oportunidad, comencé a aprender de un nuevo negocio, he explorado nuevas formas de hacer creatividad, he podido escribir mucho más y comencé a hacer la transición para trasladarme a otro país.

¿Qué pasará mañana? No lo sé, y es imposible predecir el futuro. Lo único seguro es que seguiré viviendo de mis ideas y mi creatividad desde el lugar que sea, poniendo a mi ego en el lugar que le corresponde y sin dejar que mi trabajo defina taxativamente quién soy. Hoy mi trabajo forma parte de mi persona, pero no me limito a él.

Por eso, si estás a punto de tomar una decisión transcendental en tu vida y el ego de tu trayectoria no te deja ver más allá, cállalo unos minutos mientras lees el siguiente poema anónimo que mencionó el escritor colombiano Mario Mendoza durante una entrevista:

Salta,

ya aparecerá el piso.

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