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La industria tiene que cambiar: INTERSECCIONALIDAD

Interseccionalidad por Emilce Moragues.

En el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la ONG Publicitarias y el medio Feminacida redactaron una carta para reiterar los reclamos históricos de mujeres, lesbianas, trans, travestis, bisexuales, no binaries y feminidades intersex trabajadoras de la Industria de la  Comunicación, el Marketing, la Publicidad y el Periodismo para exigir un ámbito laboral y un ejercicio de la profesión más equitativo, inclusivo y diverso. 

Voces de personas y organizaciones expertas en cada temática, fueron invitadas para redactar una nota sobre uno de los reclamos de la carta en el cual tuvieran experiencia, para profundizar sobre el tema.

Emilce Moragues – Periodista con perspectiva de género y discapacidad. Diplomada en Discapacidad y Políticas Públicas

Pertenecer a una diversidad nunca no es complejo. Quizás reconocerse parte es un poco menos trabajoso si esa diversidad no es, ni se roza, con el multiverso de la discapacidad. Esa discapacidad que ni siquiera está del todo claro cómo hay que nombrar o si hay que hacerlo. “Inválides”, “especiales”, “discapacitades”.

Todavía estamos peleando para ser, por lo menos en la etiqueta previa a meternos al freezer de donde salimos, porque nos sacan cuando conviene (así como las verduras o la carne para esa comida en 5′ antes de dormir, porque qué fiaca cocinar). 

Personas con discapacidad, en todo caso, si es que de rótulos tenemos que seguir tratando a las diversidades. Lo que se nombra tiene identidad, existencia y validez ante el mundo. Eso último explica entonces la puja todavía sostenida en torno a algo tan elemental como la forma de nombrar a un grupo social.

Pero como ya dije, ser una persona con discapacidad es algunos niveles más complejo que otras carnes, verduras y sopitas que siguen ahí, en el congelador para las diversidades, esperando su momento.

Esto es porque la inferioridad es, intencionalmente para el entramado social, más marcada en la discapacidad. Y sí, si de entrada, el tupper que nos tocó en el freezer, es el trucho que se parte con el frío. Nuestro cuerpo. Ese que es lo único que miran, está fallado, no sirve.

¿Entonces cómo vamos a servir y ser útiles si nuestras corporalidades están a simple vista y evidentemente, defectuosas? No se nos otorga el derecho a ser personas, pues no somos en nuestro cuerpo funcionales a sistemas productivos hegemónicos.

El falso tupper no conserva los sabores ¡No lo metan en el guiso!. Así, pero con la producción, el esteticismo, y todos los clichés del capitalismo capacitista. Y al ser dudosamente útiles, los derechos son negociables si son para nosotres.

Acá, en la parte de atrás del freezer, esos derechos llegan en gotitas, y las gotitas son parches que nunca subsanan cuestiones más profundas, porque no hay políticas públicas que metan la mano hasta el fondo de la cajita blanca y fría.

Las leyes ganadas a todo ese negacionismo son de algún modo la alternativa al hermetismo del plástico más menos fiable del tupper. La ley nacional 22.431, conocida como ley de cupos, determina que es obligación del Estado asegurar a las personas con discapacidad su derecho a trabajar. Por esa obligación, el Estado debe tener empleadas al menos a un 4% de personas con discapacidad.

En Argentina, más del 87% de las Personas mayores de 14 años con Certificado Único de Discapacidad (CUD) no tiene trabajo. Dentro de eso, según el último anuario estadístico del Registro Nacional de Personas con Discapacidad, hay más 3.744 personas con CUD que buscan empleo y no lo consiguen.

Las disparidades de género no están ausentes en este limbo de derechos. Porque ser mujer y convivir con discapacidad doblega la vulnerabilidad. Casi dos millones de mujeres argentinas tenemos algún tipo de discapacidad y un tercio estamos en edad productiva. Sin embargo, el empleo formal es un privilegio de pocas.

Abran la heladera de los derechos, el falso tupper de las garantías y si hacen locro el 1° de mayo, que esté picante, sabroso, diverso. Que nos sirvan, que esté caliente para nosotras, las trabajadoras con discapacidad. Ahora no estamos todas, todavía no nos ven.

Te invitamos a sumarte firmando la carta para exigir que se lleven adelante acciones para transformar el ejercicio de la profesión y garantizar un ámbito laboral inclusivo, equitativo, diverso y libre de violencias.

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