Poses y posturas en la industria publicitaria
Por Lissette GuzmánRecuerdo que en momentos de relajo en el trabajo, algo tan necesario en medio de tanto estrés, algunas personas compañeras y yo jugábamos a ensayar “la pose”. Primero, buscábamos una buena luz para que nos golpeara el rostro, porque sin ella no nos brillaban los ojos. Agarrábamos cualquier premio que estuviese mal puesto (o lo que se pareciera a ello), nos parábamos bien firmes, con cara seria mirábamos al horizonte y finalmente sucedía: cruzábamos los brazos. Ahí estábamos con nuestra pose solemne, que nos llenaba de poder y le decía a todo el mundo “Somos publicistas y somos personas exitosas”. Lo pienso y es algo que me da mucha risa, me trae un bonito recuerdo. Porque no está mal querer ser alguien, tener referentes es muy importante, porque eso nos ayuda a querer ser.
El mundo está lleno de clichés, incluso el que no se supone que lo esté: el mundo de la publicidad. Es que sí, tenemos que ser originales y diferenciarnos del montón. Pero también es cierto que existen códigos, símbolos y formas que hay que adoptar para lograr que nos identifiquen y nos puedan visualizar dentro de un grupo. En la industria publicitaria hay una pose para ello, una pose que no sé quién la inventó pero que todas las personas que hemos crecido en ella, la hemos adoptado.
En el trayecto se encuentran muchas posiciones en las que hay que detenerse y decir: “espérate, esto puede ser diferente; no como es, no como está fluyendo”. Es entonces en lo que hay que recordarse de lo que ha vivido. Me recuerda a una vez que una clienta me dejaba entredicho que le preocupaba un creativo que estaba bajo mi supervisión. Él llevaba apenas unos días con la marca y ella se quejaba de que no hablaba mucho, que no sabía si ese era el indicado para llevar su marca. Sabemos que algunas cosas llevan tiempo y pensé: Bueno, vamos a dejar que ella conozca su trabajo y se va a dar cuenta porqué está ahí. Pero luego me dije: -Cuidao’ si es algo más que le molesta. Mi muchacho no era el típico cis heterosexual que sonríe siempre y conecta una. Entonces decidí llamarla. Ahí le expliqué varias cosas, tuve que recordarle su confianza en mí y en quienes me validaron haberlo elegido. La invité a que apostara a su talento y así fue. Pasó el tiempo, incluso yo hasta me fui, pero si les hago corto el cuento, solo tengo que decir que “el que no hablaba”, trabajó tanto que dejó hasta a la jefa de la jefa sin palabras. Pues bien, volvamos a los bracitos cruzados.
Ubiquémonos ya en una etapa de mi vida más adulta y en el momento en que entraba a una nueva agencia para asumir un nuevo rol, y no cualquiera pues junto a dos mujeres asumíamos el reto de liderar una agencia creativa. Estábamos cargadas de energía, era ese momento en el que había que tomarse fotos corporativas y junto a mis compañeras comencé a jugar con la posecita pero en ese instante dijimos: Fuera de relajo esta no es una pose que merecemos, no es la que representará nuestro liderazgo. Y es que bloquear los brazos, tener una mirada desafiante que intimide no es lo que describe la postura de hoy. Hoy tenemos que relajar esas articulaciones y apretar más bien los bríos, enfocar la mente y sí, levantar la mirada pero es necesario abrir esos brazos, despejar la entrada, mostrar apertura para todo y todas las personas. Para quienes se acercan, quienes vienen surgiendo y necesitan otra visión para sus marcas, para su carrera. Quienes están surgiendo necesitan saber que aquí estamos, para darles una mano, para pensar diferente, para guiar y para bracear fuerte en equipo. Porque con los brazos cruzados no se puede hacer mucho, pero con los brazos abiertos sí. Con esa pose suelta y de quiero estar aquí, decimos y hacemos mil cosas. Por lo que invito a mis colegas, a aflojar más esos brazos.
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