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Desarticulando creencias: Infancias y adolescencias trans 

Por Juana Molinari Una imagen de une niñe hamacándose. En primer plano se ven las suelas de las zapatillas.

En un paradigma que se supone que venía avanzando hacia la equidad y la inclusión, nos encontramos en una situación inimaginable: peligran los derechos conquistados. Pareciera que volvemos a la época donde cualquier persona que no sea un varón heterocis blanco de clase media alta no merece tener derechos. Es desalentador encontrarse con perspectivas que perpetúan desinformación y prejuicios. Tal es el caso de una reciente publicación de Infobae titulada “Mi hija ahora dice que es varón, ¿qué hago?”, un artículo que, en lugar de ofrecer comprensión y apoyo, siembra dudas y desconfianza sobre las identidades transgénero. 

Conceptos erróneos desafiantes y narrativas falsas.

El enfoque adoptado por el artículo de Infobae, centrado en la cuestión de la “disforia de género repentina”, distorsiona y minimiza de manera preocupante las experiencias complejas y profundas de la juventud trans. Al reducir esta experiencia a una mera tendencia pasajera, se pasa por alto la lucha interna y los desafíos emocionales que estas personas enfrentan al emprender el proceso de autodescubrimiento y validación de su identidad de género. Este enfoque inexacto y superficial resulta no solo en una representación incompleta de la realidad trans, sino también en un desprecio hacia la autenticidad de las infancias que merecen ser escuchadas y respetadas.

La creación de la organización “MANADA”, conformada por familiares de adolescentes con “disforia de género repentina”, tiene como objetivo “liberar a sus hijes de una ideología que niega la biología”. Afirman que “no se les ve como víctimas”, argumentando que la ley de identidad de género debilita el rol de quienes crían al apoyar lo que sienten las infancias. Muestran una perspectiva equivocada al tratar de imponer visiones adultocéntricas sobre los deseos y necesidades de les niñes y adolescentes. Al hacerlo, se les niega la autonomía y la autenticidad que merecen no cumpliendo con lo establecido en la Ley de Identidad de Género 26.743 vigente en Argentina. Negarles la oportunidad de expresar y vivir su identidad de manera auténtica y plena va en contra de los avances legales y sociales que han tenido lugar en el país para proteger y garantizar los derechos de este colectivo.

Comprender la disforia y la aceptación social.

Durante más de cuarenta años, la expresión “disforia de género” fue empleada por la comunidad médica para conceptualizar la experiencia de las personas trans, lo cual resultó en la patologización de estas identidades y en la percepción errónea de las personas trans como enfermas psiquiátricas. Sin embargo, en 2018, la Organización Mundial de la Salud tomó la determinación de excluir esta noción patológica de su Manual de Enfermedades Psiquiátricas, marcando un avance crucial hacia la comprensión y aceptación de las identidades diversas.

La disforia de género es mucho más que un término; es el malestar profundo que resulta de la discrepancia entre la identidad de género real y la que se asigna al nacer. Sin embargo, es importante recalcar que no son las personas quienes causan esta angustia, sino la falta de aceptación y comprensión en una sociedad que todavía se debate con las nociones binarias de género. Reconociendo el miedo que puede surgir debido a la falta de información, la empatía es el puente para superar esta barrera y avanzar hacia la aceptación.

Distintas organizaciones brindan contención en este panorama al generar visibilidad y apoyo para el colectivo TTNB. Iniciativas como El Teje, Infancias Libres, Varones Trans, y Trans Argentinxs, entre otras, ofrecen espacios seguros y creativos donde pueden expresarse libremente, sin temor al juicio o la discriminación. El enfoque de estas organizaciones es claro: acompañar a les niñes y sus familias con amor y comprensión, luchando incansablemente contra la exclusión y la estigmatización.

¿De verdad alguien piensa que las infancias están siendo caprichosas?

La estadística no puede negarse: las personas TTNB en Argentina enfrentan una discriminación sistemática que se refleja en una esperanza de vida con un promedio de 35 a 41 años, y  altas tasas de desamparo y desempleo. Cuestionar la autenticidad de las identidades trans como meros caprichos es pasar por alto su realidad. 

Los números también ilustran una imagen desoladora. Según datos de La Mocha Celis el 50% de estas personas son expulsadas de sus hogares entre los 15 y 18 años, dejándolas vulnerables y desprovistas de un entorno seguro. Un panorama educativo desafiante aguarda a estas personas, con un alarmante 60% que no logra completar sus estudios primarios o secundarios. Uno de los motivos por los cuales el 95% no tiene acceso a un empleo registrado. Atravesando estas difíciles circunstancias, surge una necesidad apremiante de un cambio de paradigma que permita transformar esta realidad. 

¿Será que por primera vez hay un entorno favorable, adultes que les apoyan y muchas herramientas para que las infancias puedan encontrar la manera de ser libres y felices con sus cuerpos? No es un capricho. No es una doctrina. Es el amor que nuestras infancias se merecen.

No reconocer o menospreciar estas identidades puede afectar su bienestar. Por eso, estas notas son peligrosas, ya que difunden información falsa y violenta para quienes buscan respuestas. Ser trans no es una moda ni una ideología. Ser trans es una identidad, es quienes son. Te animamos a desafiar tus propias concepciones, educarte sobre las experiencias transgénero y amplificar las voces de quienes enfrentan la discriminación. Juntes, podemos crear conciencia y abogar por los derechos y el bienestar de las infancias transgénero para verles crecer con libertad.

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Juana Molinari

Publicista y activista travesti. Co-fundadora de El Teje.

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